La Palabra del Domingo

Tercer domingo durante el año   Lc 1, 1-21    27/01/2019

Lucas nos presenta la primera aparición pública de Jesús, anunciando la Buena Noticia. Entró en la Sinagoga el sábado por la mañana, se puso de pie, fue a hacer la lectura, el ayudante le entregó el Libro de Isaías, Jesús lo abrió y buscó un texto mesiánico… 

El texto de Isaías nos narra como Dios elige una persona que es enviada a consolar al pueblo, anunciándole la liberación. Allí aparecen los ciegos, los pobres, los oprimidos y los cautivos. Este anuncio no es algo político, sino el designio de Dios.

El protagonista pasa a ser el Espíritu Santo que anuncia que el fin del destierro es un gesto de la misericordia de Dios, que perdona todas las faltas de Israel y lo libera de la cautividad que estaba padeciendo como castigo por todas sus apostasías e infidelidades.

Jesús, después de leer el texto de la historia de Israel, lo actualizó para sus oyentes: opresión, y falta de libertad. Ser libre no significa  estar fuera de la cárcel: también se puede ser prisionero del dinero, de la moda, del que dirán los demás, del deseo del poder, del desenfreno sexual, de sólo pasarla bien… Se puede ser pobre de muchas maneras.

El Jesús en persona es el único profeta impulsado por el Espíritu Santo que puede anunciarnos la Buena Noticia de la llegada del año de gracia del Señor.

¿Qué sentido tiene todo este comentario?

Cuando se proclama el Evangelio  en la Misa, es el mismo Jesús  que lo presenta a los creyentes. Nunca debemos escuchar la Palabra como quien escucha relatos de cosas pasadas.

La Palabra nunca envejece, siempre es actual, es el mismo Jesús que nos habla y dice: “esta profecía, este texto se han cumplido hoy”

Jesús ofrece la Buena Noticia para todos. Como enviado del Padre viene para los ciegos, cautivos, pobres y oprimidos de hoy. Para Lucas son las personas por las cuales Jesús tiene especial predilección, no para librarlos de un pecado abstracto, sino de enfermedades y dominaciones muy concretas.

Por eso, cada uno de nosotros, tiene que examinar lo que más lo preocupa, lo ata: será el dinero, el poder, el desenfreno, el pasarla bien… y luego tomar la decisión para  cambiar. No basta solamente escuchar la Palabra, es necesario salir de la celebración comprometiéndonos  para VIVIRLA.

Pidamos al Espíritu Santo que nos haga valientes como Él, libre de ataduras como Él, sin palabras huecas, sino llenos de un lenguaje que todos entiendan: el del amor que no conoce fronteras.